Los inicios de la perfumería se remontan a la Edad de
Piedra, cuando los hombres incineraban maderas aromáticas para complacer con
humo a sus divinidades. De ahí el origen de la palabra. No obstante, la
fabricación de perfumes para uso humano comenzó con los egipcios, quienes
fueron los primeros perfumistas artesanales de que se tiene noticia y que
lograron extraer aromas naturales de los más variados tipos.
Para que se tenga una idea de cuánto avanzaron en ese
sentido alcanza con mencionar que cuando se abrió la tumba del faraón
Tutankamon se hallaron más de tres mil potes con fragancias que aún conservan
su olor, a pesar de haber permanecido enterrados por más de 30 siglos. Por
aquellos tiempos las egipcias colgaban de sus cuellos pequeños recipientes de
barro con sustancias aromáticas y llegaron a creer que el buen olor no sólo
seducía a los hombres, sino que ahuyentaba las enfermedades.
Con el tiempo, la perfumería sufrió muchas transformaciones,
hasta llegar a la producción industrial y a la categoría de artículo de lujo
con la que hoy se la conoce.
Uno de los descubrimientos claves para llegar a esto fue el
hallazgo árabe del alcohol, en el siglo VIII. Aceites y resinas olorosas
diluidas en el alcohol revelaron toda la plenitud de sus cualidades aromáticas,
dando así origen a perfumes mucho más finos.
La creación de un perfume es, actualmente, muy diferente a como era en
la antigüedad. Los adelantos científicos y técnicos nos han permitido realizar
fórmulas cada vez más complejas que antes se llevaban a cabo únicamente
mediante la experimentación. La elección de materias primas de calidad, las
técnicas de destilado y el trabajo de los profesionales son las claves del
éxito.
Existen infinidad de
materias primas utilizadas en la fabricación de un perfume, pero se pueden
dividir básicamente en productos naturales (vegetales, animales o minerales) y
productos sintéticos.
La idea no es mezclar
aromas afines al azar en una probeta para conseguir algo que huela bien, sino
combinarlos en las proporciones adecuadas teniendo en cuenta que ciertas
esencias no son compatibles con otras, y que se pueden alterar las propiedades
de ambas en la mezcla.
Los hombres “nariz”,
son el alma de todo buen perfume: un sentido del olfato terriblemente
desarrollado y una excepcional memoria capaz de retener miles de olores.
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